Guaguitas

No eligió ni gomitas ni eucalipto ni sustancias ni calugones ni maní confitado. Eligió guaguitas y yo podría haberlo apostado. Abrió la bolsa lentamente, como si disfrutara del momento previo a su malicioso acto. Parecía un simple pasajero comiendo guaguitas, pero al mirarlo con atención se descubría su secreto. Primero masticaba la cabeza de las blancas, luego los pies de las amarillas. Dejaba obsesivamente las rosadas para el final y cerraba con placer los ojos al saborearlas. Luego tiraba con descaro la bolsa por la ventana y seguía su viaje como si nada, jurándose inocente.

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