Cuando pienso en mi tata, lo que más echo de menos es cómo se tumbaba junto a mí. A veces me cubría el pecho con el brazo y no me podía mover. Contenía el aliento. Pero me sentía segura. Completa. Echo de menos cómo silbaba caminando por la calle. Y cada vez que hago algo, pienso en lo que diría. "Hace frío, ponte una bufanda". Pero últimamente se me olvidan algunas cosas. Va desapareciendo. Estoy empezando a olvidarlo. Y es como volver a perderlo. Y a veces me obligo a recordar todos los detalles de su cara: El color de sus ojos, sus bigotes, sus dientes. La textura de su piel. Su pelo. Todo eso ya no estaba cuando falleció. Y a veces, no siempre, lo veo de verdad. Es como si se apartara una nube y apareciera él. ¡Casi puedo tocarlo! Pero entonces llega la realidad y vuelve a desaparecer. Durante un tiempo lo hice todas las mañanas, cuando no había demasiado sol, porque el sol hace que desaparezca. Sí, aparece y desaparece, como un amanecer o un atardecer, una cosa así, muy efímera. Como nuestra vida, ¿no? Aparecemos y desaparecemos. Somos muy importantes para algunos, pero aquí solo estamos de paso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Él.