Amo dormir con usted los sábados, llegar a la casa, hacer el amor, platicar por horas, verle compartir con mi familia, tomarnos él infaltable té/café, jugar juntos, ir al cerro, incluso estudiar juntos, robarle algún poleron, tomar desayuno los domingos, verle sonreír, sus regaloneos, esa forma tan dulce que tiene de seguirme mis mañas y antojos, volver a la cama, darle el beso de buenas noches y, cuando despierto entre sus brazos, el día siguiente, mientras voy sujetada de su mano, puedo asegurar que los lunes no son tan malos como la gente dice.
Mi muchacho
"El amor estaba ahí, cerquita, esperando que le hablara. Escondido en timidez, disfrazado de amistad.". Y es que no sabe lo emocionada que me pongo cada mes esperando los 13. Y si, a veces dejo esperar un poco para no parecer tan ansiosa, pero miro el reloj cada 12, esperando que ya comience a ser 13. Hay cosas que me gustan de usted con ganas. No hablo de las facciones de su rostro o la proporción de sus piernas. Tampoco hablo de la forma de sus ojos ni mucho menos de la forma en que sus manos se moldean a mi cuerpo cuando hacemos el amor, no hablo tampoco de su cuerpo cuando lo veo vestirse ni de como sus dedos se enredan en mi cabello cuando me toca. Hablo de cosas sencillas como, por ejemplo: me gusta la manera en que sonríe cuando se enoja y también cuando no lo está. Me gusta su mirada concentrada cuando estudia, sus lunares rodeando sus hoyuelos. Me gusta cuando me dice que estoy regalona y le doy toda la razón del mundo. Me gusta porque me ha convertido en alguien...
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