Simplicidad
La única simplicidad que vale la pena conservar es la del corazón, la simplicidad que acepta y goza.
Siempre nos empeñamos en buscar ese “algo” que nos hará alcanzar la felicidad, lo buscamos en todos lados esperando hallarlo en algún grandioso lugar pero nunca lo encontramos así que desistimos y abandonamos nuestra búsqueda. “Ya aparecerá o acabará llegando a mí” es lo que pensamos para engañarnos a nosotros mismos justificando el no haberlo hallado.
Continúan nuestros ajetreados días que poco a poco se van convirtiendo en rutina, nosotros vamos haciendo que esos días sean una monótona rutina…parece que el objetivo es mantener la mente ocupada que no tenga tiempo para pensar para que así no reciba los mensajes de alerta de nuestro corazón gritando que estamos incompletos, que corremos el riesgo de dejar de sentir…de sorprendernos… pero sus esfuerzos son en vano.
Hace tiempo que desconectamos de nuestro corazón.Van pasando los días, amanecer tras amanecer precedidos de cada anochecer, por supuesto para nosotros son sólo un momento más del día pero esas noches no tienen estrellas, a cada nuevo latido artificial del corazón va apagándose un diminuto punto de luz…el cielo llora los lamentos de nuestro corazón pero nosotros sólo vemos una noche cerrada sin más.
Cada despertar supone un esfuerzo, nuestro reflejo en el espejo está desgastado, sin color, ¿qué estamos haciendo mal? Nada, es la respuesta, pero no es la voz que queremos oír, hace tiempo que cortamos el cable que comunicaba con el corazón, aunque nos conformamos.
Seguimos caminando, la multitud acelerada nos rodea, el aire procedente de la velocidad de los coches ni nos inmuta, nuestros pasos son arrastrados, no nos detenemos ante nada ni nadie…Hasta que ocurre el milagro, los pies se detienen, levantamos la cabeza y ahí, parada entre la gente, una sonrisa nos ciega la vista pero revive algo en nuestro interior que antes estaba marchito, volvemos a sentir los latidos de nuestro corazón y éste rebosante de alegría nos da la bienvenida, esa voz que tanto ansiábamos escuchar.
Hemos abierto los ojos, rompemos las cadenas de la rutina y nos proponemos hacer de cada día un día especial. Al amanecer los pájaros que cantando se pasan de árbol en árbol dándole la bienvenida al nuevo día. Al pasear encontramos el arcoíris en cada pétalo de las flores, la brisa hace que nos elevemos sobre las nubes para que los rayos del Sol nos acaricien las mejillas, aprendemos que debajo de cada piedra del camino hay un motivo por el que sonreír, la fuente revela nuestro reflejo que ha recobrado su brillo. Al anochecer nos quedamos sentados en la ventana contemplando la Luna y dejando que su luz nos bañe y de repente aparece un haz de luz al cual le prosiguen muchos más, minando otra vez el cielo de estrellas.
Por fin nos damos cuenta, hemos encontrado esa felicidad perdida y sí, la hallamos en un sitio grandioso pero es una grandiosa sencillez.
Ahora entendemos que podemos que podemos encontrar ese “algo” que nos hace estar completos en las pequeñas cosas sencillas que están rodeadas de una luz especial.Porque de nada sirven las complicaciones, el hacer de algo simple algo difícil, porque las cosas que de verdad merecen la pena no se encuentran en lo lujoso o grandioso, están en los gestos y lugares más humildes con el único lujo de la sencillez.
Hay situaciones en la vida en que la verdad y la sencillez forman la mejor pareja.
Siempre nos empeñamos en buscar ese “algo” que nos hará alcanzar la felicidad, lo buscamos en todos lados esperando hallarlo en algún grandioso lugar pero nunca lo encontramos así que desistimos y abandonamos nuestra búsqueda. “Ya aparecerá o acabará llegando a mí” es lo que pensamos para engañarnos a nosotros mismos justificando el no haberlo hallado.
Continúan nuestros ajetreados días que poco a poco se van convirtiendo en rutina, nosotros vamos haciendo que esos días sean una monótona rutina…parece que el objetivo es mantener la mente ocupada que no tenga tiempo para pensar para que así no reciba los mensajes de alerta de nuestro corazón gritando que estamos incompletos, que corremos el riesgo de dejar de sentir…de sorprendernos… pero sus esfuerzos son en vano.
Hace tiempo que desconectamos de nuestro corazón.Van pasando los días, amanecer tras amanecer precedidos de cada anochecer, por supuesto para nosotros son sólo un momento más del día pero esas noches no tienen estrellas, a cada nuevo latido artificial del corazón va apagándose un diminuto punto de luz…el cielo llora los lamentos de nuestro corazón pero nosotros sólo vemos una noche cerrada sin más.
Cada despertar supone un esfuerzo, nuestro reflejo en el espejo está desgastado, sin color, ¿qué estamos haciendo mal? Nada, es la respuesta, pero no es la voz que queremos oír, hace tiempo que cortamos el cable que comunicaba con el corazón, aunque nos conformamos.
Seguimos caminando, la multitud acelerada nos rodea, el aire procedente de la velocidad de los coches ni nos inmuta, nuestros pasos son arrastrados, no nos detenemos ante nada ni nadie…Hasta que ocurre el milagro, los pies se detienen, levantamos la cabeza y ahí, parada entre la gente, una sonrisa nos ciega la vista pero revive algo en nuestro interior que antes estaba marchito, volvemos a sentir los latidos de nuestro corazón y éste rebosante de alegría nos da la bienvenida, esa voz que tanto ansiábamos escuchar.
Hemos abierto los ojos, rompemos las cadenas de la rutina y nos proponemos hacer de cada día un día especial. Al amanecer los pájaros que cantando se pasan de árbol en árbol dándole la bienvenida al nuevo día. Al pasear encontramos el arcoíris en cada pétalo de las flores, la brisa hace que nos elevemos sobre las nubes para que los rayos del Sol nos acaricien las mejillas, aprendemos que debajo de cada piedra del camino hay un motivo por el que sonreír, la fuente revela nuestro reflejo que ha recobrado su brillo. Al anochecer nos quedamos sentados en la ventana contemplando la Luna y dejando que su luz nos bañe y de repente aparece un haz de luz al cual le prosiguen muchos más, minando otra vez el cielo de estrellas.
Por fin nos damos cuenta, hemos encontrado esa felicidad perdida y sí, la hallamos en un sitio grandioso pero es una grandiosa sencillez.
Ahora entendemos que podemos que podemos encontrar ese “algo” que nos hace estar completos en las pequeñas cosas sencillas que están rodeadas de una luz especial.Porque de nada sirven las complicaciones, el hacer de algo simple algo difícil, porque las cosas que de verdad merecen la pena no se encuentran en lo lujoso o grandioso, están en los gestos y lugares más humildes con el único lujo de la sencillez.
Hay situaciones en la vida en que la verdad y la sencillez forman la mejor pareja.
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