Lo realmente inolvidable son sus labios. O él en el reflejo de mis gafas. He decidido quererlo a destiempo, acompasando su risa con mi torpeza, y descubro que hay un brillo ahí, donde abre los ojos y una sombra le recorre la mirada. Es tierno sin saberlo y loco por tener el control. No es de dar por cuenta propia abrazos espontáneos, pero bien que a veces le hacen falta. Yo le tomo la mano, sin embargo, a riesgo de enamorarme un poco más. Caminamos como si fuésemos prometidos, a cambio recibo una que otra confidencia. Su aroma me recuerda al invierno, no sé por qué. El invierno nunca lo he asociado con ningún perfume, pero creo que él es capaz de amoldarse a las estaciones. Juraría incluso que antes del otoño él ya olía a verano, y que aunque septiembre esté lejos todavía, ya tiene a la primavera creciéndole muy adentro. Habrá una selva en su cabeza, una nube de tormentas y mis oídos siendo pararrayos de sus palabras. Su electricidad no mata, sino redime. Hay un montón de lunares en su rostro y, mientras los voy contando, comprendo que si cierro los ojos voy a encontrarlo de nuevo. Infinito como el letargo. Trascendente como la historia. Lo realmente inolvidable es él mismo, con todo eso que trae.
Él.
Es un maníaco de los detalles y un psicópata enamorado de las cartas escritas a mano. Solía ser un hombre muy distinto a lo que es ahora, tiene una cultura rallante en la locura . Este individuo de ojos oscuros admite haberse enamorado de unadama que toca el piano cada noche y que, al igual que las mujeres que el solía enamorar, tiene mil virtudes y secretos bajo su vestido de gala. Él tiene millones de pecados, todos ellos, conocidos por nadie . Pero el sentimiento hacia ella tiñe la ciudad de una magia que ni siquiera la más roja de las pecadoras va a poder reemplazar jamás . Se apoyó suavemente sobre el cuerpo de su querida y, escondiendo el rostro en su pelo, recorrió su cuello y sus hombros ; ella se atrevió a sonreírle. Era tan tímida, tan dulce . Él sintió que su corazón ardía con fervor . Movido por un arrebato, la besó . -Tengo que ir - le susurró al oído. Él refunfuñó. Finalmente, consintió en dejarla ir. Se cubrió con las sábanas: sin ella, el frío era des...
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