Se sentía triste. No entendía bien el porqué, o mejor dicho, no sabía cuál era, porque entre todas las cosas que andaban mal en su vida ninguna era demasiado grande para justificar que se sienta de esa manera. Porque la tristeza es mucha, tanta que por más que haga fuerza no puede llorar, como si esa angustia que le hunde de afuera hacia adentro tuviera manos que se aferran a su corazón, negándose a salir. Estando triste toda la cuidad se teñía de un color gris oscuro y las caras de las personas en la calle eran borrosas como fotografías fuera de foco. En las salas de cine se buscaba las películas más populares, las que convocaban a la mayor cantidad de espectadores, pero aún así, sentado en medio de ellos, se descubría sola, habitando un planeta de otra galaxia.

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Él.