Encontré un cómplice que me ama cuando se oyen ruidos a lo lejos de un vendaval que asusta, que prepara las manos para guerras que no son suyas y las lucha conmigo como si lo fueran. Se encarga de abrazarme siempre que tengo miedo, siempre que se me acaban las esperanzas. Lo veo alzándome los brazos, susurrándome te amo para que no decaiga, acompañándome en medio del caos, y luego del mismo quedándose en mí en forma de paz. Encontré un cómplice que también me ama en las cuestas y en los vacíos, cuando se levantan los odios… y me pierdo con facilidad. Lo veo aquí cuando los tiempos son difíciles, cuando lo que queda son sus ojos… y no hay mayor fortuna para mí que esa.

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