– ¿Eres feliz? —le pregunto ella a él—. – No. Tú eres feliz y yo no, así es como funciona —respondió—. – ¿Hay algo que pueda hacer para que seas feliz? —preguntó ella, esperando oír aquella respuesta que sabía que él sentía—. – Sí, pero no lo harás —respondió él, con pena, mientras ahogaba un ‘ámame’—. A ella le hubiera gustado oír que era, y a él, que ella lo hiciera. O quizás, a él le hubiera gustado decirlo, y a ella, hacerlo. Nunca lo supieron.

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