Y es entonces cuando aprendimos a olvidar los para siempres que no llegan al día siguiente.

Fuimos viajando en los momentos, disfrutando, lento.
Asumimos que todo aprendizaje tiene su parte de error, que llega antes o después, pero ahora disfrutamos del trayecto; que alguien nos dijo que la vida solo pasa una vez y no hay mayor placer que vivir improvisando.

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Él.