"Qué chico tan guapo", pensé. Era un conjunto de mañas perfectas. A veces las tormentas también merecen que las quieran, y que las abracen. Y no sé, cómo ni dónde, pero que me enamoré de lo guapa que era su risa, su forma de caminar y de hablarle a la vida que sí se puede.

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Él.