No me olvides. Como primer pedido, y ruego, que lanzó desde mi sentimiento y a pesar de la distancia. Segundo, que tu corazón sea libre, que camine lento pero firme. Tercero, y no menos importante, es que recuerdes que hoy, mañana o cuando estes preparado, voy a estar para ti. Para ti, como lo estoy ahora en mente y en alma. No soy un fantasma, una pesadilla o una enfermedad. No te busqué. No me buscaste. Aparecimos y acá estamos. ¿Corremos cada uno para su lado? No, juro que no quiero eso. ¿Queres correr tú? Hazlo, pero yo no me moveré del lugar para que cuando quieras me puedas ubicar con facilidad. Con respecto al miedo, a ese enemigo que suele ubicarse en nuestras cabezas y nos dan batallas cruentas, puedo asociarme a tu ejército y a través de mis abrazos, de mi compañia y de mis ojos por sobre los tuyos, poder ayudarte a derrotarlo. Y es que el olor de esa poesía que forma tu sonrisa después de dormir conmigo en mis sueños me obliga a estar, a decir presente. Mi cuerpo relajado después de tus masajes de pensamiento me piden que no tenga temor y que te haga sentir especial cada segundo. Los besos que me brindan tus mensajes agitan incansablemente mi corazón. La vida, dividida en pasado, presente y futuro, nos da esa ventaja. Tu no fuiste para mi. Eres y serás. Yo no dejé de ser para ti sino que soy o seré. En el pasado no estuve; y tienes dos tiempos para decidir acercarte a mi. Puedes hacerlo en el presente; puedo esperarte en el futuro.

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