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Cuando la enfermera me tocó un hombro, todavía estaba llorando.
- Vamos, venga conmigo -me dijo-, - le voy a dar un sedante-. No quise el sedante, no quise tomar nada que atenuase mi dolor.
Allí me quede hasta que se la llevaron a la cámara mortuoria.
Después cogí un taxi y fui a la casa de la amiga que te hospedaba para recogerte.
Esa misma noche estabas ya en mi casa.
- ¿Dónde está mamá?-. preguntaste durante la cena.
- Mamá se ha ido de viaje- te contesté entonces-, ha emprendido un largo viaje hasta el cielo.- Con tu cabezota rubia seguiste comiendo en silencio.
Apenas terminaste, con voz seria me preguntaste:
- Abuela, ¿podemos saludarla?
- Claro que sí, mi amor.-, te contesté, y, cogiéndote en brazos, te llevé al jardín.
Nos quedamos largo tiempo en el prado mientras tú con tu manita saludabas a las estrellas.
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