Solíamos

contar estrellas, hacer apuestas sobre a que hora iba a pasar una fugaz y cual deseo nos iría a cumplir, aunque, lo que más nos gustaba no eran los deseos, si no el simple hecho de quedarnos despiertos hasta las tantas, hablando, comiendo, jugando hasta que el sueño nos vencía y nos quedábamos dormidos.

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