Finalmente, después de leer textos y textos, pasear entre danza y danza de palabras, dí cuenta de que cuando escribimos sobre alguien, de alguna forma nos adueñamos de él. Tergiversamos la persona, la achicamos, la agrandamos, le colocamos una lupa en frente, la amasamos hasta que se convierta en lo que buscamos, lo que esperamos que sea. Luego de eso, aquello que se encuentra en el texto se convierte en un mero personaje, ya no más una persona.
si llenas todos tus vasos con la misma cantidad de agua, alguno de ellos terminará rebalsando.
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