Le conocí ahí, caminando mientras me sonreía al pasar. Veníamos de mundos tan distintos, sin embargo nuestras metas coincidían. Con el tiempo se convirtió en mi amigo, mi hogar, mi diario de vida, mi almohada, mi pilar y mi refugio. Le adoré desde el primer minuto. Me dio las alas que tanto necesitaba y me hizo sentir que, en los próximos años, me esperaba algo muy bueno para vivir. Me llenó de alegría desde el día uno y desde ahí que no ha dejado de hacerme feliz. Hoy, sigue al lado mío con todo su apoyo e incondicionalidad que siempre ha tenido y no podría sentirme más afortunada de tenerle a mi lado. Hoy, sumando recuerdos en nuestra vida, me siento feliz y completa, porque es usted, contra todo y todos, quien está ahí reafirmándome que esto no se va a ningún lado y de que nunca, nunca me vas a soltar. Gracias por todo, todo, ojitos bonitos.

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Él.