Elegí mirarle después de verle. Me propuse enamorar sus miedos y quitárselos. Concedí mi valor a la muerte, abracé a la esperanza con mi vida. Le puse por nombre cuando le conocí: "El chico que poco se entrega al amor" porque reconocí ese miedo que se trae después de una relación tormentosa. Lo nuestro fue un ápice de esperanza. Viajé miles kilómetros cuando le miré a los ojos y se me vino todo ese amor que guardé de pequeña. Contestó mis dudas, canalizó mi emoción. Me abrazó como sólo abrazan las tormentas de aire: trayendo miedo sin dejar ningún daño. Le amé aún sabiendo las consecuencias de amar a un ocupado enfermero, así que él es mi acto de valentía más grande. Escribo esto con un nudo en la garganta. No de esos que dan ganas de llorar, sino de aquellos otros que dan ganas de vivir. Me he enamorado como juré no hacerlo nunca. Sinceramente, es lo mejor que siempre quise que me pasara. Me enamora su "quiero vivir juntos", me abro más el alma con mis planes de no separar las cosas y crear metas juntos. Tengo ganas de encontrar un buen trabajo y regalarle el mundo entero. No sé que es lo que me pasa pero no quiero que se acabe. Sé que estoy a un salto de distancia del viaje de vida más bonito del mundo. Y tiene que saberlo: Lo nuestro es tan involuntario como intencional. Me enamora y es inevitable. Aunque no quiera, esto ya estaba destinado a ser.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Él.