Me encantas, no sé si mucho o poco, tal vez ambas, me encantas en la mañana cuando despierto y pienso en ti como un acontecimiento interestelar. Me encantas cuando escribes y te muestras al mundo en tu forma más noble, en tu estado más simple, eres lo más puro que le sucede a los ojos de una mujer que en silencio sonríe de euforia por tu bendita existencia. Me encantas y puedo decírtelo sin titubeos ni dudas, como si hubieras hecho un viaje largo y yo te esperara en la sala de siempre. Me encantas porque nunca eres vanidoso, porque tampoco sabes ser falso, porque cada que me hablas me elevas, me sitúas surfeando entre mareas, por ti Dios a veces baja en forma de una brisa para contemplarte más de cerca. Eres tan necesario para prolongar la eternidad.

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