Hoy me reencontré con la polera de mi tata. Recuerdo haber dormido abrazada a ella por semanas, semanas que a mis 17 años pasé sin querer levantarme a la cama ni ir al colegio. Meses que me abracé a ella por las noches, cerrando los ojos y sintiéndole más cerca. La dejé a un lado, me deshice. Entendí que no son las cosas las que me ayudan a mantenerlo cerca. Es el no olvidarlo y mantenerle vivos sus buenos recuerdos. Nunca nadie muere del todo mientras se le recuerde. He ahí la magia de la vida.

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Él.