Le regalo un camino de tropiezos y una mano fuerte en su hombro, para cuando quieras caerse conmigo. Le regalo mis manos para que construyamos nuestros propios días de sol. Le regalo una cadena de errores, para que compartamos culpas, dividamos penas, suprimamos castigos. Le regalo la certeza de que siempre se vuelve al principio, principio y fin de todo este andar. Le regalo los resabios de este corazón, hecho y deshecho y vuelto a armar, que encuentra, en los huecos del suyo, el ensamble más perfecto. Le regalo la infinitud de las palabras tiernas, que no me sale decirle, pero que pugnan por escapar del pecho. Le regalo las canciones que no escribí, ni voy a escribirle, aunque sepa, que le pertenecen por completo. Le regalo un sinfín de verdades. Le regalo un cuerpo, común y corriente, que se sabe imperfecto, pero aún así está deseoso de tenerle. Le regalo, en suma, este puñado de pequeñeces, lágrimas y flores que es mi vida, para que en ella dibuje su silueta, su divino complemento, y empecemos a caminar.

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