Es probable que en unos años nos encontremos. Voy a reconocerte (cómo no) por tu mirada de enamorado, por tus cejas de chico malo. Y me dirás (con toda seguridad) que he cambiado un poco, que mi pelo está más largo, que tengo más lunares en los hombros y que mi peso… que mi peso siempre está bien para ti. Es posible que me abraces (sin vergüenzas, sin orgullos) y que mi corazón de castillo de arena se derrumbe con tu abrazo y se haga de mar. Me dirás: “Tú siempre tan roja”, te diré que lo estoy manejando. Y sabrás que es mentira, que el día en que no me ponga roja será porque no estés. Seguiremos caminando, me sentiré muy pequeña a tu lado y miraré de reojo tu casaca de cuero (de mi más reciente abrazo). Me pedirás la hora, y sin pensar te daré mi celular (como hago siempre) para ahorrarme el tiempo de pronunciar los números. Me mirarás los labios y sabrás que tu boca fue la última que he besado. Te llamaré para vernos el día siguiente. Para un encuentro de casualidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Él.

Mi muchacho