Soy una mal amiga. Pésima. Terrible. Es algo que siempre aviso desde el vamos a la gente que se siente predispuesta a entablar una amistad conmigo. No puedo prometer estar en las buenas y en las malas, soy un alguien con reacciones extrañas: no siempre voy a tener ganas de escucharte y mucho menos me voy a arriesgar a decirte que lo nuestro nunca se va a terminar.
Me desaparezco. Mucho
Soy poco demostrativa y demasiado bruta. Tengo un tipo de humor bastante peculiar.
Quizá, como yo necesito reírme de las cosas malas que me pasaron, pienso que los demás deberían hacer lo mismo, y ahí está mi error: los demás no siempre son como yo.
Probablemente de la nada creas que estoy distante y me lo reproches. Ese día va a ser una de las pocas veces que logres enojarme.
Pero como decía antes, no vas a poder reprocharme eso porque lo dejé claro de antemano cuando te aclaré que soy una mal amiga.
No hay letra chiquita en este contrato. Es simple, tu sabes en lo que te estás metiendo al aceptar.
Quizá te des cuenta de que no lo puedes soportar y te quieras salir de eso, pero una vez que estampaste tu firma ya es demasiado tarde. Porque para ese entonces yo ya te voy a querer y no te voy a permitir que incumplas tu parte del contrato. Justo tu, que sí creías que la amistad era para siempre y que podías estar en las buenas y en las malas. La parte difícil es practicar lo que se predica y por eso yo no predico. Si no te prometo absolutamente nada y partimos de la base de que no tienes que esperar nada de mí, cualquier cosa que yo haga a partir de ese momento va a ser buena. Es como negativismo a la inversa.
Hoy me desperté pensando en los inconscientes que firmaron ese contrato, los locos que después de saber todo esto igual lo harán y también, ¿por qué no? En los que lo rompieron. Deberían darles un premio por querer a alguien como yo.
Me desaparezco. Mucho
Soy poco demostrativa y demasiado bruta. Tengo un tipo de humor bastante peculiar.
Quizá, como yo necesito reírme de las cosas malas que me pasaron, pienso que los demás deberían hacer lo mismo, y ahí está mi error: los demás no siempre son como yo.
Probablemente de la nada creas que estoy distante y me lo reproches. Ese día va a ser una de las pocas veces que logres enojarme.
Pero como decía antes, no vas a poder reprocharme eso porque lo dejé claro de antemano cuando te aclaré que soy una mal amiga.
No hay letra chiquita en este contrato. Es simple, tu sabes en lo que te estás metiendo al aceptar.
Quizá te des cuenta de que no lo puedes soportar y te quieras salir de eso, pero una vez que estampaste tu firma ya es demasiado tarde. Porque para ese entonces yo ya te voy a querer y no te voy a permitir que incumplas tu parte del contrato. Justo tu, que sí creías que la amistad era para siempre y que podías estar en las buenas y en las malas. La parte difícil es practicar lo que se predica y por eso yo no predico. Si no te prometo absolutamente nada y partimos de la base de que no tienes que esperar nada de mí, cualquier cosa que yo haga a partir de ese momento va a ser buena. Es como negativismo a la inversa.
Hoy me desperté pensando en los inconscientes que firmaron ese contrato, los locos que después de saber todo esto igual lo harán y también, ¿por qué no? En los que lo rompieron. Deberían darles un premio por querer a alguien como yo.
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