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Mostrando entradas de diciembre, 2018
Tan sola no he quedado, que estoy conmigo y me basta. Puesto que esto no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Yo la hice. Porque decidí que era allí donde debía estar,  sola, para escribir mis mejores libros y crear mis más íntimas pinturas.
Q uerer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad.
Que te muevas suavemente encima mío.
Nunca había sido tan plenamente feliz como en ese momento, pero tenía la hiriente sensación de que nunca más volvería a serlo, por lo menos no en ese grado, con esa intensidad.
Besar a una persona en los labios es algo mucho más íntimo que hacer el amor. Hay miles de calientes que en este momento están haciendo el amor sin besarse en la boca, ni mirarse a los ojos.
Cualquiera puede mirarte. Pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú.
No te esfuerces por ser la flor más bella de todas, al final sólo terminarás llamando la atención de los amantes de lo superficial, y serás arrancada de la tierra en la que floreciste para ser exhibida como un trofeo temporal. Mejor esfuérzate por ser la flor con la raíz más fuerte, aquella que nadie pueda arrancar y siga floreciendo sin parar.
Te quiero hacer el amor en las mañanas aunque se nos haga tarde, y te lo quiero hacer en las noches aunque nos desvelemos.
Supongo que la vida también consiste en saber esperar todo aquello que siempre soñamos.
Mi miedo no es que te vayas con otra, sino que seas de otra. Porque puedes irte con otra perfectamente y seguir siendo mío. Y quedarte conmigo y seguir siendo de otra…
Hay personas que entran en tu vida para que sepas que tú también tenías que estar en la suya.
Debe de ser imposible precisar cuándo empieza el amor. Trazar una línea. Imposible. Al principio es una cosa vaga, un cosquilleo sin motivo, un deseo efervescente de ser bueno y hacer a todos felices en torno. También una extraña tristeza, a ratos; una tristeza también sin motivo. Un deseo alternado de llorar y reír, y de hablar en voz baja; de cantar, o de echar a correr hasta caer agotado.